“Lux”, de Rosalía: Un disco para ser escuchado dentro de una catedral

El cuarto disco de la cantante española la sitúa en un escalón por sobre todo el resto en materia de vanguardia, llevando su arte a la música clásica e incluso a la ópera, en un álbum que está hecho para ser escuchado como una sola pieza y venerado por su arrojo, belleza y visión de futuro.

Rosalía está reescribiendo el panorama de la música pop bajo sus propios términos. Si sus dos primeros discos, “Los Ángeles” y “El Mal Querer” llevaron el flamenco a una audiencia masiva; el segundo de estos rompió con la tradición, así como años antes lo hiciera Camarón de la Isla, revelando a visionaria del pop decidida a extraer lo último en materia de expresión callejera. Luego llegó “MOTOMAMI”, con tintes caribeños del reggaetón y una audacia desbordante que la consolidó como una autora experimental dominante. Pero cuando sintió que su visión terrenal estaba completa, su mensaje llegó desde lo más alto: “LUX”.

El cuarto álbum de la superestrella española trasciende géneros, romance y religión. Dividido en cuatro movimientos y cantado en 13 idiomas, su pop orquestal irrumpe con fuerza entre mensajes de amor, deseo y propósito creativo en canciones de tan solo tres o cuatro minutos. Aunque no hace bailar como “MOTOMAMI”, tiene más sentimiento, más riesgo.

“LUX” es un lamento operístico para una nueva generación, un oratorio para el corazón atormentado, por lo que no sería raro situarlo más cerca de la música neoclásica de Max Richter que del reggaetón de Bad Bunny. Sí, los créditos parecen sacados de un disco de la Deutshce Grammophon (la Orquesta Sinfónica de Londres; coros catalanes; los colaboradores Noah Goldstein y Dylan Wiggins, y arreglos de Caroline Shaw y Angélica Negrón, entre otros), la voz de Rosalía sigue siendo el centro. Con ella como guía, “LUX” es una cruzada para conquistar los misterios de la existencia humana.

En el tema que abre la obra, “Sexo, Violencia y Llantas”, anuncia “Qué bonito sería venir de esta Tierra, ir al Cielo y volver a la Tierra”. La siguiente hora la dedica a detallar este plan de principio a fin a través de revelaciones de pop flamenco (“La Rumba Del Perdón”), insultos de vals (“La Perla”), crescendos operísticos existenciales (“Memoria”) y canciones que se sienten totalmente nuevas y sin género (como “Focu’Ranni” o “Novia Robot”).

“LUX” aborda el deseo como un problema sagrado y la divinidad como una solución compleja. Amor, hombres, Dios, feminidad, muerte, entrega: todo gira en torno a esta idea, expresada en japonés, ucraniano, chino, italiano y nueve idiomas más. ¿Cómo empezó Rosalía a comprender las preguntas más espinosas de la vida? Leyó historias de santas y poetisas como Teresa de Jesús, Sun Bu’er e Hildegard von Bingen; estudió teoría feminista, buscó inspiración en estas mujeres devotas y sintetizó sus mensajes en su propio credo, el de una estrella del pop de 33 años que intenta comprender todo.

“LUX” se siente como una escritura moderna de la celebridad femenina. “Dios mío, obedeceré… quemaré el Rolls-Royce… tiraré mis Jimmy Choo”, promete en “Sauvignon Blanc”, renunciando al lujo a cambio de una paz ascética. Por otro lado, el álbum detalla el viaje de desamor y recuperación primero desde una perspectiva piadosa, para luego magnificarlo enormemente. En “La Perla” arremete contra los hombres sin pestañear, mientras que en la otra cara de la moneda está “Mio Cristo”, donde deifica el dolor de un amante solo para enfrentarse a la difícil pregunta: “¿Cuántos golpes debieron ser abrazos?”.

En “LUX”, el perdón es una doctrina religiosa, plasmada en el tema flamenco “La Rumba del Perdón”. Las estrellas del flamenco moderno, Estrella Morente y Silvia Pérez Cruz, cantan sobre traiciones familiares y parábolas callejeras, mientras Rosalía argumenta que el perdón es una decisión que devuelve el control a quien ha sufrido, incluso “cuando el poder vence al amor”. El movimiento final es más íntimo en su formato, pero más profundo en su sentimiento. “Memória” hace inventario de lo que queda, y “Magnolia” libera lo que no: “la vida me mostró su cuchillo, me quitó todo lo que tenía, y se lo agradecí”.

¿Se puede etiquetar “LUX” como música pop? Sí, pero no la del algoritmo. Los temas están ahí; solo que es más probable encontrarlos en un prado que en una valla publicitaria. El disco amplía el potencial artístico de Rosalía sin abandonar la conexión directa que la cautivó desde el principio. Rosalía ya había recurrido a este truco rebelde, pero “LUX” se siente como la primera vez que construye todo el escenario y deja que la cámara se detenga. Se convierte en un lugar donde el pop y la religión —cada uno con sus propios testimonios, creencias e íconos— convergen en pos de una comprensión más profunda: “Cuando Dios desciende, yo asciendo / Y nos encontraremos a mitad de camino”, canta en “Magnolia”. La invitación es dejar que las piezas se desplieguen y disfrutar de lo que se revela.

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